Hoy, el comercio se enfrenta a un proceso de cambio continuo y acelerado, donde las tecnologías emergentes están creando tendencias, nuevos hábitos de consumo e, incluso, redefiniendo la forma de consumir y comprar. Vertiginoso ritmo de cambio en un sector donde la innovación comienza a ser una estrategia intrínseca al mismo.
En 2014 los consumidores online de retail gastarán 1,5 billones de dólares en todo el mundo, cifra en aumento. El comerciante tiene hoy la posibilidad de vender a todo el mundo y, con ello, la obligación de competir con todo el mundo. Piensa global y actúa local ya se queda corto. A todo ello, hemos de añadir la influencia en el proceso de compra (variedad, opinión, decisión…) de las redes sociales, donde las opiniones son información que hemos de recolectar y gestionar, con el objeto de anticipar tendencias y seleccionar para vender aquello que de verdad gusta a nuestro público.
Y si hablamos de ecommerce, no nos referimos a un PC en casa o en la oficina, sino, cada vez más, a los dispositivos móviles. La estrategia comercial cambia cuando somos conscientes de que el cliente puede comprar en cualquier momento, desde cualquier lugar, en cualquier situación… nuestro comercio ha de estar preparado para vender en el acto todo aquello que de repente necesita el cliente (la camisa de la actriz de la película que estoy viendo en el cine, el bolso de la chica que está en primera fila del concierto, las gafas de ese piloto que entra en boxes…). 1.500 millones de personas compran a través del móvil/tablet y se gastan 204.000 millones de dólares en 2014.
Por otro lado, hay tecnologías que están en desarrollo y que, aunque parecieran destinadas para el uso de las grandes corporaciones, cada vez son más las empresas que las adecúan para que sean de utilidad para el pequeño comercio. Por un lado tenemos el “big data”, base de las próximas acciones de marketing y promoción one2one que vamos a realizar o de las razones para el diseño de las tiendas. Por otro, la geolocalización hace posible el envío personal de mensajes a potenciales clientes que están por la zona (paseando, comiendo, tomando algo…) e, incluso, según en qué parte de la tienda se encuentren y mirando qué.
Y si miramos un poco más allá, ¿qué decir del internet de las cosas, los drones o la impresión 3D? El internet de las cosas se basa en la conexión a la red de objetos cotidianos, un mercado de 7.100 millones de $ en 2020. Un frigorífico gestionando compras según órdenes de stock establecidas, un armario que nos alerta que nos hemos quedado sin corbata de color rojo y que están de oferta en tu tienda, una lavadora evaluando los resultados de un detergente y comprándolos con otro…. El uso civil de drones como servicio de reparto a domicilio o como servicio de internet en lugares remotos supone una revolución logística y un enorme potencial para entregas a cualquier lugar, más rápidas y más baratas. Y otra de las grandes revoluciones que ya está llamando a la puerta es la de impresión 3D. Con impresoras asequibles y varias patentes que vencen este año, la impresión 3D se extenderá, proporcionando al comerciante la oportunidad de producir productos personalizados pedidos en la misma tienda. Existe el reto de que puedan servir para la falsificación, pero diseñadores y fabricantes colaborarán para intentar minimizar esta amenaza, ya que la oportunidad es casi infinita.
En fin, el retail avanza, innova y revoluciona la forma de hacer las cosas. Lejos de estar condenado a la desaparición, como algunos vaticinan, creo que tiene un futuro atractivo y apasionante. Pero ese futuro será de quien se suba a la vertiginosa locomotora de la innovación.